Mitos y leyendas del Cementerio de la Recoleta: el lado desconocido de Buenos Aires
En el marco del 202° Aniversario del cementerio de la Recoleta, te contamos cinco de las leyendas más emblemáticas que lo han convertido en un lugar de misterio y fascinación.
El Cementerio de la Recoleta es reconocido como uno de los lugares más importantes. Se caracteriza por su valor artístico, histórico y arquitectónico lo que lo convierte en uno de los íconos turísticos de Buenos Aires. La Recoleta es un sitio de descanso final para algunas de las figuras más célebres de la historia argentina por lo que en sus sombras custodia más que bóvedas de mármol y figuras de bronce.
A lo largo de los años, el cementerio de la Recoleta ha sido escenario de historias trágicas y enigmáticas que trascienden la realidad y se convierten en leyendas urbanas que persisten hasta nuestros días. Entre bóvedas y estatuas, las historias de traiciones y temores irracionales se entrelazan para ofrecer una visión de lo sobrenatural que cautiva a los visitantes.
En el marco del 202° Aniversario del cementerio de la Recoleta, te invitamos a descubrir cinco de las leyendas más emblemáticas que lo han convertido en un lugar de misterio y fascinación.
1. Rufina Cambaceres: la joven que murió dos veces
Rufina era una joven de la alta sociedad porteña que murió súbitamente el 31 de mayo de 1902 mientras celebraba sus 19 años. Tres médicos que habían concurrido al festejo dictaminaron que había fallecido de un síncope. Con los años, esta historia fue atravesada por una leyenda que la transformó.
La principal versión cuenta que la madre de Rufina decide suspender el velatorio e ingresar el cuerpo a la bóveda familiar. Al otro día, el cuidador de la bóveda detecta que el féretro de Rufina estaba desplazado. Al abrir el ataúd, se encuentran con el horror: el cuello y la cara de Rufina estaban rasguñados, como así también el interior del féretro. Rufina había sido ingresada viva y había tenido un ataque de catalepsia.
La leyenda dice que Rufina se convirtió en una dama de blanco que habita el Cementerio y que algunos vecinos de la Recoleta afirman haberla visto con su vestido blanco detrás de la puerta del Cementerio en las madrugadas. Lo cierto es que los libros del Cementerio constatan que efectivamente Rufina fue velada en esa fecha. Todo lo demás solo es leyenda.
2. Alfredo Gath: el miedo a ser enterrado vivo
Alfredo Gath, empresario dueño de las tiendas Gath & Chávez, temía morir como Rufina Cambaceres, enterrada por error mientras aún estaba viva. Ante tal angustia, Gath mandó a construir un ataúd con un dispositivo de seguridad que le permitiría “salir” si caía en un estado de catalepsia.
Este mecanismo hidráulico, que activaba una campana y abría la puerta de la cripta, fue probado por Gath en vida, quien, según relatos, accionó el sistema doce veces, demostrando su eficacia. Pero tras su muerte en 1936, el mecanismo nunca volvió a ser usado y la bóveda de Gath permanece intacta como testimonio de sus temores. La historia del “ataúd con campana” sigue siendo uno de los relatos más escalofriantes relacionados con el miedo a la muerte y al entierro prematuro.
3. La Dama de Blanco: un encuentro sobrenatural
Luz María García Velloso, una joven que falleció a los 15 años, se convirtió en el centro de una de las historias más perdurables del folclore urbano. Su bóveda, ubicada cerca de la entrada del cementerio de la Recoleta, no es solo un recuerdo de su trágica muerte, sino el escenario de una leyenda que ha capturado la imaginación popular.
Según el relato, un hombre la habría visto vestida de blanco y la invitó a tomar un café en La Biela. Al caer la noche, la joven desapareció de repente, dejando su abrigo manchado de café sobre una bóveda. Intrigado, el hombre volvió al cementerio y encontró el abrigo junto a la estatua de Luz María, cuyas facciones coincidían con las de la muchacha con la que había compartido aquella noche. Desde entonces, la leyenda de la Dama de Blanco sigue viva, y su espíritu errante, dicen, busca consuelo por su partida prematura.
4. Liliana y Sabú: un perro que desafió el tiempo
La historia de Liliana Crociati de Szaszak es otra tragedia que se ha convertido en leyenda en la Recoleta. Liliana murió a los 26 años en un accidente en los Alpes austriacos, pero su bóveda se ha ganado su lugar en la memoria colectiva.
La joven quedó inmortalizada en una estatua vestida de novia, acompañada por su perro Sabú, quien también tiene su propia estatua. La leyenda que ha trascendido afirma que el perro murió el mismo día que Liliana, aunque en realidad Sabú había muerto años antes.
La figura de Sabú tiene el hocico desgastado por los toques de los visitantes, quienes aseguran que tocarlo trae buena suerte. Algunos incluso sostienen que el espíritu del esposo de Liliana, que sobrevivió al accidente, sigue visitando la bóveda de su amada para dejarle flores. La estatua de Sabú, por su parte, se ha convertido en un símbolo de fidelidad y misterio.
5. Tiburcia Domínguez y Salvador María del Carril: el matrimonio mortal
El matrimonio entre Salvador María del Carril, vicepresidente de Justo José de Urquiza, y Tiburcia Domínguez fue marcado por el desprecio y las peleas. Tiburcia, conocida por su afición al lujo y la extravagancia, se distanció de su esposo durante más de dos décadas.
Cuando Salvador murió, Tiburcia heredó una considerable fortuna y como último acto de venganza encargó un mausoleo en el que las estatuas de ambos miran en direcciones opuestas. En su testamento, Tiburcia dejó claro que no quería que su esposo la mirara ni en la eternidad. De esta forma, las estatuas de los dos cónyuges se mantienen, separadas y mirando en direcciones opuestas, como un recordatorio de su conflictiva relación. La historia de Tiburcia y Salvador es un testimonio de cómo, incluso en la muerte, los rencores y las venganzas pueden perdurar.